La lavanda, planta típica del matorral mediterráneo, es conocida desde la antigüedad por sus propiedades curativas, así como por la belleza de sus flores y la intensidad de su aroma.
Tanto griegos como romanos ya sabían utilizar la lavanda, utilizaban sus flores en la higiene diaria y el cuidado personal tanto ingiriéndola como aplicándola sobre la piel y el cabello, de ahí su nombre que deriva literalmente del gerundio latino del verbo “lavar”.
De junio a septiembre su fragancia inunda la campiña sarda, sus matices violetas pintan los paisajes rurales, sus flores se recogen para hacer las más clásicas bolsitas aromáticas para guardar en los armarios como antipolilla natural.
En nuestro campo de lavanda en el corazón de Cerdeña, único en la isla, la Lavanda Officinalis con su intenso aroma, además de ser un atractivo irresistible para las abejas que producen la preciada miel aromática en la que se combinan las propiedades beneficiosas naturales de la miel con los de lavanda, es también el ingrediente principal del aceite esencial de lavanda rico en linalool (capaz de inducir un estado de relajación), acetato de linalilo (con propiedades antiinflamatorias), limoneno (con poder antiparasitario), cineol (poderoso antibacteriano), alcanfor (útil en el tratamiento de inflamaciones y neuralgias) y alfa-terpineol (con propiedades antibióticas).